Escuchar su voz en medio del ruido

Ayudemos a Manuel Mano Galarza

Escuchar su voz en medio del ruido

2025-05-11 Fe cotidiana 0

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,27-30):

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.»

Palabra del Señor.

Escuchar su voz en medio del ruido:

En el Evangelio de hoy, Jesús dice con ternura: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”. Estas palabras parecen simples, pero llevan una fuerza enorme para la vida de cada uno de nosotros. En un mundo donde todo el tiempo hay ruido —en la calle, en las redes, en los noticieros—, distinguir la voz de Jesús no es tarea fácil. Y, sin embargo, es justo esa voz la que nos da paz, sentido y dirección.

La voz de Jesús no grita ni se impone. Es como la brisa suave que escuchó Elías en el monte. A veces se parece a esa intuición buena que sentimos en el pecho. Otras veces, se hace presente en una palabra de consuelo que nos regala alguien en la parroquia o en la comunidad. Para reconocerla, hace falta tener el oído afinado y el corazón dispuesto.

Una relación que transforma la vida:

Jesús no solo dice que sus ovejas lo escuchan, sino que también afirma: “yo las conozco”. Y esto es mucho más que saber nuestros nombres. Conocer en la Biblia implica entrar en una relación profunda, íntima, viva. Es como si Jesús dijera: “yo sé lo que te pesa, lo que te alegra, lo que te asusta… y te acompaño en todo eso”.

Esto cambia nuestra forma de vivir. Porque saberse conocido y amado por Jesús da seguridad, aunque no todo esté resuelto. Nos impulsa a no esconder lo que somos, sino a ofrecerlo con humildad. En el trabajo pastoral, esto es clave. No necesitamos parecer perfectos. Necesitamos dejarnos conocer, y acompañar también a los demás con ese mismo respeto.

Seguirlo es una decisión diaria:

No basta con escuchar. Jesús dice que sus ovejas “lo siguen”. Y esto no es solo un acto de fe, sino también una práctica constante. En nuestras comunidades y movimientos apostólicos, seguir a Jesús significa servir con alegría, perdonar aunque cueste, dar la mano cuando alguien se cae.

Cada día se presentan decisiones pequeñas y grandes: cómo reaccionamos ante una crítica, cómo tratamos al que piensa distinto, cómo usamos el tiempo y los recursos. Ahí se juega nuestra fidelidad. No hay GPS espiritual que nos guíe sin margen de error, pero la voz de Jesús, cuando se escucha con calma, ilumina el camino.

Nadie nos arrebatará de sus manos:

Quizá una de las frases más consoladoras del Evangelio de hoy es esta: “Nadie las arrebatará de mi mano”. En tiempos de incertidumbre, esta promesa es como un refugio. No se trata de que no habrá dificultades. Las hay, y bien duras. Pero saber que hay una mano que nos sostiene nos permite caminar con otra confianza.

Cuando uno acompaña a personas en el duelo, en la enfermedad, en la frustración, esta palabra se vuelve concreta. Esas manos de Jesús, que no sueltan a nadie, nos invitan a ser también manos firmes para los otros. Que en nuestras parroquias nadie se sienta abandonado. Que en nuestras casas nadie se sienta fuera del rebaño.

La unidad con el Padre nos sostiene:

Jesús termina esta enseñanza con una afirmación fuerte: “El Padre y yo somos uno”. Esta unión es fuente de vida para todos nosotros. Cuando nos sentimos divididos, sin saber a dónde ir, esta unidad nos recuerda que nuestra fe no es un conjunto de normas, sino una comunión viva.

Y esa comunión se hace visible cuando en nuestras comunidades se respira acogida, cuando no nos juzgamos entre nosotros, cuando celebramos juntos con sinceridad. Ahí está la presencia viva del Pastor que no se olvida de ninguno.

Meditación Diaria: Hoy Jesús nos recuerda que su voz sigue sonando, aunque no siempre se oiga en volumen alto. Nos habla en los gestos pequeños, en el servicio cotidiano, en la escucha atenta. Saber que Él nos conoce nos da libertad para caminar con sinceridad, sin máscaras. Seguirlo cada día, aunque a veces cueste, es el camino que transforma nuestra vida en algo mucho más pleno. No estamos solos. Sus manos nos sostienen, y su unión con el Padre es garantía de que la vida no termina en la tristeza, sino que se abre a una esperanza profunda. Escuchar, confiar y caminar. Ese es el resumen de este día.