Cuando el corazón decide mirar con limpieza

Ayudemos a Manuel Mano Galarza

Cuando el corazón decide mirar con limpieza

2025-06-13 Pureza Interior 0

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,27-32):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno. Está mandado: «El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio.» Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.»

Palabra del Señor.

La raíz del deseo:

Jesús no se detiene en lo evidente. No le basta con advertir contra el adulterio como un simple acto externo; va más allá, y mira el corazón. Eso es lo que cambia todo. Porque muchas veces pensamos que mientras no se concrete una acción, mientras no se cruce una línea visible, estamos en paz con la conciencia. Pero Jesús habla de otra frontera: la del deseo que se cultiva en silencio, la del corazón que se enreda con lo que no le pertenece, la mirada que se queda más de la cuenta.

Este mensaje no es para señalar con el dedo a los demás. Es un llamado a revisar nuestras propias intenciones, a cuidar lo que alimentamos dentro. ¿Qué miramos? ¿Qué pensamientos dejamos crecer sin control? El mundo nos vende constantemente imágenes, ideas y modelos que siembran descontento con nuestra realidad y despiertan anhelos que nos alejan del amor verdadero. Jesús nos invita a cortar de raíz lo que nos destruye por dentro, aunque parezca inofensivo.

Entre la fidelidad y lo cotidiano:

Hay quienes piensan que este evangelio es solo para las parejas. Pero no. Habla también de la fidelidad que debemos cultivar en nuestras relaciones cotidianas: con amigos, con compañeros de trabajo, con nuestra comunidad. La tentación de la infidelidad no siempre es sexual. A veces se manifiesta en la traición de la confianza, en la doble cara, en las promesas que no se cumplen.

En las parroquias y movimientos apostólicos también se pone a prueba esta fidelidad. ¿Somos constantes en lo que nos comprometemos? ¿Decimos que servimos a Jesús, pero actuamos con indiferencia o egoísmo cuando nadie nos ve? Esta fidelidad, a lo cotidiano, es la que sostiene la vida de comunidad. No es perfecta, pero sí es auténtica.

Cortar lo que nos hace daño:

Jesús habla con imágenes fuertes: si tu ojo te hace caer, sácatelo; si tu mano te lleva al pecado, córtatela. No está promoviendo una acción literal, sino una decisión firme. Hay cosas que debemos cortar, aunque duelan. Relaciones tóxicas, hábitos ocultos, dinámicas que nos alejan del amor a Dios y a los demás. No por miedo, sino por amor a la vida.

Esto también aplica en nuestra vida apostólica. A veces mantenemos actitudes que ya no construyen: un estilo autoritario, una crítica constante, una envidia camuflada. Jesús nos invita a dejar todo eso que bloquea la gracia, a desinstalar lo que nos hace tropezar una y otra vez. Y eso es una liberación.

El valor de la pureza interior:

La pureza de corazón no se trata de moralismos. Se trata de transparencia. De que lo que decimos con los labios esté alineado con lo que sentimos en el alma. Que nuestras miradas no lleven carga escondida, que nuestro trato con los demás no esté marcado por segundas intenciones.

La pureza interior es vivir sin doblez. Esto no es fácil, sobre todo en ambientes donde la desconfianza y la sospecha se han vuelto costumbre. Pero cada vez que alguien elige actuar con rectitud, con claridad, con respeto profundo, algo se sana en el mundo. No es espectáculo. Es coherencia.

Jesús quiere que amemos de verdad:

El mensaje de Jesús es siempre una invitación al amor verdadero. No a un amor interesado, condicionado, o basado en la emoción del momento. Jesús nos habla de un amor que se cuida, que se guarda, que se compromete. No para controlarnos, sino para protegernos del vacío que deja lo fugaz.

Quienes trabajan en pastoral familiar, en grupos de jóvenes o acompañando a otros, saben bien cuántas heridas se arrastran por no haber sido cuidados en este aspecto. Jesús no juzga. Jesús llama a comenzar de nuevo, a caminar ligeros, a mirar con ojos limpios, a amar con todo el corazón.

Meditación Diaria: El Evangelio de hoy nos lleva a mirar hacia dentro con honestidad. Jesús no nos impone una carga, sino que nos propone una libertad más honda: la libertad del corazón que ha aprendido a amar sin engaños. En un mundo que normaliza la infidelidad y la banalización del cuerpo, su palabra nos devuelve la dignidad de sabernos capaces de elegir lo bueno, de cuidar al otro desde la mirada, desde el pensamiento, desde el alma. Hoy podemos dar un paso: identificar qué pensamientos, imágenes o actitudes nos están alejando de la alegría plena y del amor sincero. Y pedirle a Jesús la gracia de un corazón limpio, porque solo los limpios de corazón verán a Dios… incluso aquí, en medio de lo cotidiano.