Lo dejamos todo… ¿y ahora qué?

Ayudemos a Manuel Mano Galarza

Lo dejamos todo… ¿y ahora qué?

2025-07-11 Entrega y Vocación 0

Lectura del santo evangelio según san Mateo 19,27-29:

En aquel tiempo, dijo Pedro a Jesús: «Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?»
Jesús les dijo: «Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.»

Palabra del Señora.

Lo hemos dejado todo… ¿y ahora qué?:

La pregunta de Pedro no es un capricho. Es una pregunta humana, directa, y hasta necesaria: “Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?”. Es la pregunta que surge después del entusiasmo inicial, cuando ya se han entregado las redes, las comodidades, los planes personales… y uno se encuentra remando mar adentro en el seguimiento de Jesús. En las parroquias, en los movimientos apostólicos, en la vida de quienes sirven, esta pregunta aparece en los silencios, en los días cansados, en los momentos de soledad.

Jesús no promete comodidad, promete plenitud:

La respuesta de Jesús no es un bono, ni una jubilación adelantada. Él habla de un reinado. De un “trono” compartido con Él. De una fecundidad inesperada: “cien veces más… y vida eterna”. Jesús no responde con lujos ni soluciones fáciles, sino con la promesa de una vida abundante, que tiene sentido aún en medio del esfuerzo. No es un intercambio comercial. Es una alianza profunda.

En el corazón del servicio pastoral:

Cuántas veces escuchamos, o decimos, cosas como: “Después de todo lo que he hecho…”, “yo que siempre estoy aquí…”, “nadie lo valora”. Son frases que nacen cuando el cansancio y la entrega se sienten en soledad. Pero este evangelio no nos llama a dejar de preguntar, sino a volver a mirar a quién seguimos. A recordar por qué empezamos. A redescubrir que quien da sentido no es el aplauso, sino Jesús. Y que nuestra medida nunca será el “cuánto me toca”, sino el “a quién pertenezco”.

Familia, bienes, seguridad:

Jesús menciona con claridad lo que muchos dejan atrás: casas, hermanos, hermanas, padres, tierras… Todo eso suena muy real. Porque en el seguimiento verdadero se deja algo, se pierde algo, se suelta algo. Hay amistades que ya no encajan, decisiones que duelen, zonas de confort que se disuelven. Pero también hay nuevas casas, nuevos hermanos, nuevas tierras, nuevas causas. No porque lo busquemos, sino porque la vida entregada florece donde uno menos lo espera.

¿Y si el premio ya estuviera ocurriendo?:

Quizá el “cien veces más” no sea un futuro lejano. Tal vez está ocurriendo ya, cada vez que una persona encuentra comunidad verdadera. Cada vez que un niño sonríe en el catecismo. Cada vez que un joven encuentra sentido en su vida gracias a una palabra oportuna. Cada vez que el pan compartido sabe mejor que el pan comprado. Cada vez que Jesús se vuelve el centro, aunque todo lo demás se tambalee. Ese es el reino.

Meditación Diaria: La pregunta de Pedro nos representa: ¿vale la pena todo esto? Jesús no evade la pregunta; la eleva. Nos recuerda que todo lo que se entrega por Él —tiempo, vínculos, comodidad, vida— se multiplica en formas que no siempre se ven al principio, pero que transforman desde dentro. En la vida de comunidad, en la pastoral, en las decisiones cotidianas de quienes optan por Él, esta promesa no es un premio de consolación, sino una verdad activa: la vida se ensancha cuando se entrega. Hoy podemos volver a mirar lo que hemos dado, no como pérdida, sino como semilla. Y confiar, aunque aún duela, que todo está siendo fecundado.