¿Puede Dios hablar a través del que ya conoces?

Ayudemos a Manuel Mano Galarza

¿Puede Dios hablar a través del que ya conoces?

2025-08-01 Milagros de Jesús 0

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (13,54-58):

En aquel tiempo, Jesús llegó a su tierra y se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal forma, que todos estaban asombrados y se preguntaban: «¿De dónde ha sacado éste esa sabiduría y esos poderes milagrosos? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es María su madre, y no son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde, pues, ha sacado todas estas cosas?»
Y se negaban a creer en él.
Entonces Jesús les dijo: «Un profeta no es despreciado más que en su patria y en su casa».
Y no hizo muchos milagros allí por la incredulidad de ellos.

Palabra del Señor.

El lugar donde menos te creen:

No es raro escuchar en los pasillos parroquiales o en las reuniones de consejo: “Ese muchacho tiene potencial… pero yo lo conocí cuando era monaguillo y se pasaba jugando con las velas”. Es que, a veces, cuanto más cerca estamos de alguien, menos creemos en lo que Dios puede hacer en su vida. Eso mismo vivió Jesús al volver a su pueblo: lo conocían demasiado como para creer que algo grande pudiera salir de él.

Nos pasa con frecuencia. En la comunidad, en la familia, en los movimientos apostólicos. Se subestima al que creció con nosotros, al que compartió pupitre, al que vimos caer más de una vez. Pero si Dios mirara solo el historial, nadie sería digno de anunciarlo. Jesús lo sabía, por eso no se detuvo, aunque su tierra no creyera en él.

Lo cotidiano también es sagrado:

La expresión “el hijo del carpintero” no era solo una referencia familiar. Era una manera de decir: “No esperábamos nada fuera de lo común de alguien tan normal”. Y aquí está lo curioso: muchas veces buscamos lo sagrado en lo extraordinario, cuando lo santo se manifiesta en lo sencillo.

En nuestras parroquias, lo cotidiano puede volverse espacio de encuentro con Dios: en la sacristía mientras se planchan los manteles, en el cafecito que se comparte tras la reunión del grupo de oración, en el saludo sincero del que barre la entrada del templo. Jesús sigue eligiendo lo simple para revelarse.

Cuando la cercanía se vuelve obstáculo:

Jesús sufrió el desprecio de los suyos, no por algo malo que hiciera, sino por lo mucho que creían conocerlo. En nuestras comunidades puede pasar igual: el voluntario que siempre está dispuesto no recibe un agradecimiento; la líder silenciosa que sostiene la catequesis no es reconocida; el joven que se atreve a proponer algo nuevo es mirado con sospecha.

Esa actitud apaga el fuego. Cierra puertas. Impide milagros. Porque donde hay desconfianza, hay menos espacio para el asombro. Y sin asombro, se nos adormece el corazón.

Fe que abre caminos:

La fe no es solo creer que Jesús hace milagros; es creer que puede hacerlos en quienes nos rodean. En la señora que lidera la Legión de María con rodillas doloridas. En el joven que quiere formar un grupo de oración en la universidad. En el padre de familia que cada noche, aunque cansado, ora con sus hijos.

Cuando optamos por mirar a los otros con ojos de fe, no solo abrimos camino a lo que Dios puede hacer. También nos hacemos cómplices del milagro.

¿Y si empezamos en casa?:

Quizás el mayor reto de este Evangelio es personal: aprender a creer en lo que Dios está haciendo en los más cercanos. Dejar de ver con los lentes viejos. Dar una oportunidad nueva. Escuchar sin prejuicios. Porque si el pueblo de Jesús hubiera confiado un poco más, habría visto prodigios.

Tal vez nuestra parroquia, nuestro movimiento, nuestro grupo pastoral no necesita una estrategia novedosa, sino una fe renovada. Una fe que le diga al otro: “Aunque te conozco desde siempre, creo que Dios aún no ha terminado contigo”.

Meditación Diaria: Hoy Jesús nos recuerda que el milagro puede estar más cerca de lo que pensamos. No siempre vendrá de fuera ni de manos desconocidas. A veces, el que trae luz es aquel al que dimos por sentado. La vida parroquial y comunitaria se renueva cuando aprendemos a mirar con fe a quienes nos rodean. Que no se repita en nosotros el error de Nazaret. Que no nos gane la costumbre ni la incredulidad. Hoy podemos comenzar de nuevo, abriendo los ojos y el corazón a los dones escondidos en las personas más familiares. Porque allí, justo allí, Jesús quiere hacer algo nuevo.