La fe que cabe en la palma de la mano

Ayudemos a Manuel Mano Galarza

La fe que cabe en la palma de la mano

2025-08-09 Fe en Acción Sin categoría 0

Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,14-20):

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre, que le dijo de rodillas: «Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques; muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos, y no han sido capaces de curarlo.»
Jesús contestó: «¡Generación perversa e infiel! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo.»
Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño. Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: «¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?»
Les contestó: «Por vuestra poca fe. Os aseguro que si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible.»

Palabra del Señor.

Fe que mueve lo pequeño y lo grande:

A veces pensamos que para que Dios obre necesitamos una fe gigantesca, casi heroica. Pero Jesús nos habla de algo mucho más sencillo: la fe que cabe en la palma de la mano, la que es apenas un susurro. Esa fe pequeña, si es sincera, abre caminos donde antes solo veíamos muros. No se trata de cuánta fe tenemos, sino de dónde la ponemos.

Cuando lo intentamos con nuestras fuerzas:

En la parroquia, en el trabajo comunitario o en un movimiento apostólico, todos hemos vivido momentos en que ponemos todo el empeño y aun así las cosas no salen. Los discípulos se encontraron con ese fracaso. Creyeron que podían resolverlo por experiencia o costumbre, pero descubrieron que sin una conexión viva con Jesús, sus esfuerzos eran solo intentos humanos.

El peso de la intercesión:

Me conmueve ese padre que no se rinde. Él podría haberse ido después del primer intento fallido, pero insistió hasta llegar a Jesús. En nuestras comunidades hay personas así: catequistas que oran por sus grupos, vecinos que buscan ayuda para una familia necesitada, líderes que interceden por los jóvenes. A veces no ven resultados inmediatos, pero su perseverancia abre la puerta para que el Señor actúe.

La fe en lo cotidiano:

Tener fe no es solo creer en los momentos de oración. Es confiar cuando el presupuesto no alcanza para la actividad parroquial, cuando parece que el retiro no se va a llenar, cuando un voluntario clave se enferma. Es ahí, en lo pequeño y lo difícil, donde la fe se vuelve real y toma forma de decisiones, gestos y palabras que sostienen a otros.

Alimentar la fe juntos:

La fe crece cuando la compartimos. En las reuniones de grupo, en las misas comunitarias, en un café después de una visita a los enfermos, la fe se fortalece con historias concretas. Como cuando alguien cuenta que, sin esperarlo, recibió justo la ayuda que necesitaba o que una conversación cambió el rumbo de un conflicto. Son esas experiencias las que recuerdan que Dios sigue actuando.

Meditación Diaria: El Evangelio de hoy nos recuerda que la fe no se mide en toneladas, sino en sinceridad. Jesús nos invita a confiar en Él incluso en lo que parece imposible, y a reconocer que no todo depende de nuestras habilidades. Una fe del tamaño de un grano de mostaza puede cambiar historias y sanar corazones. Hoy podemos empezar con pasos sencillos: una oración breve antes de una reunión, una palabra de ánimo a quien está cansado, o la certeza de que Dios está trabajando aunque no veamos resultados inmediatos. Lo importante es mantener la mirada fija en Jesús y no en nuestras limitaciones. Así, poco a poco, veremos cómo la montaña que parecía inmóvil empieza a moverse.