El rico y Lázaro: una llamada urgente a abrir los ojos

Ayudemos a Manuel Mano Galarza

El rico y Lázaro: una llamada urgente a abrir los ojos

2025-09-28 Compasión 0

Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,19-31):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día.
Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abrahán le dijo:
«Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.
Él dijo:
“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.
Abrahán le dice:
“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”. Pero él le dijo:
“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.
Abrahán le dijo:
«Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

Palabra del Señor.

La vida cotidiana como escenario del Evangelio:

La parábola no habla de cosas lejanas, sino de lo que vemos cada día: la indiferencia ante quien sufre. El rico no maltrató a Lázaro, simplemente lo ignoró. Ahí está el detalle: no basta con no hacer daño, también estamos llamados a hacer el bien. En la parroquia, en la familia o en el trabajo comunitario, este texto nos recuerda que los que pasan hambre, los que se sienten solos o excluidos, también están a la puerta de nuestra vida.

Jesús nos habla en los pequeños gestos:

Muchas veces buscamos grandes obras, pero Jesús pone la atención en lo sencillo. Un saludo, un plato compartido, un rato de escucha pueden ser ese vaso de agua que alguien espera. En movimientos apostólicos, donde se organizan encuentros y servicios, no perdamos la oportunidad de que lo cotidiano sea también evangelio.

El peligro de la comodidad:

El rico se acostumbró a su banquete diario y dejó que la necesidad del otro se volviera invisible. En la parroquia, corremos el mismo riesgo cuando todo gira en torno a nuestras actividades y olvidamos la misión hacia afuera. Una catequesis, una reunión de consejo pastoral o una fiesta patronal tienen sentido si despiertan en nosotros compasión por el Lázaro de hoy.

La urgencia de escuchar:

Abraham lo dice claro: ya tenemos a Moisés y a los profetas, ya tenemos la Palabra. No necesitamos milagros espectaculares para convertirnos. En la comunidad, muchas veces pedimos señales extraordinarias cuando lo que nos toca es abrir la Biblia, escucharla y ponerla en práctica.

El Lázaro de nuestra comunidad:

Podemos preguntarnos: ¿quién es el Lázaro que espera en mi puerta? Puede ser ese vecino que vive solo, el joven que dejó de ir a misa, la familia que apenas tiene para comer. Identificarlo y acercarnos con respeto es responder al llamado de Jesús en este evangelio.

Esperanza en medio de las diferencias:

El contraste entre el banquete del rico y las llagas de Lázaro no es el final de la historia. La parábola nos asegura que el amor de Dios es justo y misericordioso. En nuestras comunidades, cuando alguien siente que todo está perdido, podemos recordarles que Jesús siempre abre un camino de consuelo y vida.

Meditación Diaria: Hoy se nos invita a abrir los ojos y el corazón. No basta con vivir bien nuestra fe dentro del templo, necesitamos vivirla también en la calle, en la oficina y en casa. Lázaro está más cerca de lo que pensamos, y su presencia nos ayuda a reconocer que seguimos siendo responsables los unos de los otros. El evangelio no es un recuerdo antiguo, sino una llamada actual a la compasión concreta. Que no pase un día sin ofrecer una palabra de ánimo, una ayuda o un gesto de ternura. Al hacerlo, descubrimos que la verdadera riqueza no está en el banquete, sino en el amor compartido. Así nuestra parroquia y nuestros grupos apostólicos serán lugares donde Jesús se haga presente con fuerza en lo sencillo de cada jornada.