Bajo la higuera: cuando Jesús nos encuentra en lo íntimo

Ayudemos a Manuel Mano Galarza

Bajo la higuera: cuando Jesús nos encuentra en lo íntimo

2025-09-29 Fe Compartida 0

Lectura del santo evangelio según san Juan (1,47-51):

En aquel tiempo, cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo de él: «Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».
Natanael le contestó: «¿De qué me conoces?».
Jesús le respondió: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».
Natanael respondió: «Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel».
Jesús le contestó: «¿Porque te dije que te vi debajo de la higuera crees? Has de ver cosas mayores».
Y añadió: «Les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Palabra del Señor.

Jesús que conoce el corazón:

El pasaje nos presenta un detalle hermoso: Jesús mira a Natanael y lo describe con palabras que van al alma. No lo elogia por sus logros ni por sus títulos, sino por su autenticidad. Esto nos recuerda que en la vida parroquial, cuando servimos, no se nos mide por los cargos que ocupamos, sino por la sinceridad con la que damos el tiempo, la escucha y la oración. En los grupos apostólicos, muchas veces se valora más al que llega con un corazón transparente que al que aparenta mucho sin dejarse tocar por el Evangelio.

La higuera y nuestros rincones ocultos:

Jesús dice haber visto a Natanael bajo la higuera. Ese rincón secreto puede simbolizar nuestras propias esquinas personales, esos lugares donde nos refugiamos para pensar o descansar. Jesús nos ve también ahí: en la cocina preparando un café antes de salir al trabajo, en el silencio del templo cuando nadie nos observa, o en el cansancio después de una reunión comunitaria. Es reconfortante saber que, incluso en lo pequeño y en lo íntimo, Él nos reconoce y nos llama.

La sorpresa de la fe:

La reacción de Natanael es espontánea: pasa de la duda a la confesión de fe. Algo parecido sucede en la vida pastoral cuando alguien que parecía distante de la Iglesia de repente se involucra en un retiro o empieza a colaborar en Cáritas parroquial. Son sorpresas que llenan de gozo y que nos recuerdan que la fe no siempre sigue un camino recto; a veces se enciende en un instante, en un gesto inesperado, en una palabra que toca el alma.

“Verán cosas mayores”:

Jesús no se queda en lo inmediato; promete más. Nos recuerda que la vida de fe siempre tiene horizontes nuevos. En la parroquia, esto significa que nunca hemos visto todo lo que Dios puede obrar: desde un grupo juvenil que florece, hasta una comunidad que se organiza para ayudar a familias en necesidad. En lo personal, significa confiar en que cada día guarda sorpresas de Dios, incluso cuando la rutina parece monótona.

Los ángeles que suben y bajan:

La imagen final es poderosa: un cielo abierto, un puente entre lo divino y lo humano. En la vida diaria lo experimentamos cuando sentimos que nuestras oraciones encuentran respuesta, cuando la ayuda llega justo a tiempo, cuando alguien nos tiende la mano en el momento preciso. En la parroquia, ese puente se construye con cada misa, con cada confesión, con cada visita a un enfermo. Jesús mismo es ese lugar donde el cielo toca la tierra, y nosotros somos invitados a vivirlo y a transmitirlo.

Meditación Diaria: Hoy el Evangelio nos invita a dejarnos mirar por Jesús como miró a Natanael: sin máscaras, con sencillez. Él nos conoce más allá de las apariencias, y eso nos libera de la necesidad de fingir. Nos recuerda que nuestra vida cotidiana, desde los momentos íntimos hasta el servicio comunitario, es vista y valorada por Dios. Al igual que Natanael, podemos sorprendernos al descubrir que Jesús ya nos había visto, ya nos esperaba. La promesa de “ver cosas mayores” nos alienta a seguir caminando con confianza, convencidos de que el cielo sigue abierto sobre nosotros. Cada acción, por pequeña que parezca, puede convertirse en un espacio donde Dios se manifiesta. Y así, en la parroquia, en los grupos apostólicos, en nuestra familia, se cumple el milagro de la fe: Jesús es el puente entre lo ordinario y lo eterno.