La puerta que no encierra, sino que libera

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La puerta que no encierra, sino que libera

2025-05-12 Discernimiento Espiritual 0

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,1-10):

En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Palabra del Señor.

Jesús, la puerta verdadera:

En el Evangelio de hoy, Jesús usa una imagen sencilla pero poderosa: “Yo soy la puerta de las ovejas”. Él no se presenta como un muro, ni como un guardia, ni como un juez. Se describe como una puerta abierta, accesible, pero también clara. Por esa puerta se entra para encontrar vida, cuidado, sentido. No todas las puertas conducen al mismo lugar, y eso lo sabemos bien en la vida diaria. Algunos caminos parecen prometer libertad, pero nos dejan vacíos. Jesús, en cambio, ofrece una vida en abundancia, no por imponerla, sino por proponerla.

Discernir entre voces:

Jesús también habla del ladrón que no entra por la puerta, sino que salta por otro lado. En nuestra vida cotidiana hay muchas voces que nos llaman. Algunas prometen éxito rápido, otras nos manipulan con miedo o nos adulan para llevarnos a lugares donde no queremos estar. Saber distinguir la voz del buen Pastor es crucial. Él no grita, no confunde, no obliga. Su voz es familiar, suave, firme. Es la que nos recuerda quiénes somos y nos invita a no conformarnos con una vida mediocre.

La comunidad como redil sano:

Pensando en nuestra parroquia, en los grupos de oración o en los movimientos apostólicos, este pasaje es un espejo. ¿Cómo estamos abriendo nuestras puertas? ¿Somos comunidad que da la bienvenida, o ponemos trabas que desaniman? Una parroquia que solo repite normas pero no abraza al que llega cansado, pierde su alma. Un movimiento que se encierra en sus propios métodos y no se deja renovar por la voz del Pastor, corre el riesgo de volverse una estructura vacía.

Libertad verdadera, no escapismo:

Jesús dice que el que entra por Él “entrará y saldrá, y encontrará pastos”. Esta frase parece insignificante, pero es bellísima. Nos recuerda que la fe no es una jaula. La vida con Jesús no se encierra entre muros. Quien entra por Él tiene libertad para salir al mundo con confianza, para enfrentar la rutina, el trabajo, las relaciones familiares, con otra mirada. La puerta no es para quedarnos encerrados, sino para salir fortalecidos y volver cuando necesitemos descanso.

Cuidar el acceso a la puerta:

También hay una responsabilidad en quienes tienen algún tipo de liderazgo pastoral. ¿Facilitamos el acceso a la puerta o nos interponemos sin querer? A veces un comentario duro, una actitud indiferente, o una rigidez innecesaria alejan a quienes estaban empezando a escuchar la voz del Pastor. Seamos más atentos. Acompañar no es controlar, es caminar al lado y dejar espacio para que Jesús sea quien toque el corazón.

Meditación Diaria: Hoy Jesús nos recuerda que Él es la puerta, no un obstáculo. Es una invitación a mirar nuestra vida desde la confianza, no desde el temor. En cada momento en que dudemos, en cada decisión que nos preocupe, volvamos a escuchar su voz. No la que impone, sino la que llama por nuestro nombre. La vida en abundancia no se mide en cosas, sino en el sentido que damos a lo que hacemos. Ser parte de una comunidad cristiana no es seguir una lista de reglas, sino dejarnos guiar por una voz que conoce nuestros pasos, nuestras heridas, y nuestras esperanzas. Oremos hoy para no dejarnos confundir por voces ajenas. Que en medio del ruido, tengamos oídos atentos, corazones humildes y el coraje para entrar por la puerta que Jesús nos abre con amor y paciencia cada día.