Cuando Jesús duerme y el miedo despierta

Ayudemos a Manuel Mano Galarza

Cuando Jesús duerme y el miedo despierta

2025-07-05 Confianza en Dios 0

Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,23-27):

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!»
Él les dijo: «¡Cobardes! ¡Qué poca fe!»
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.
Ellos se preguntaban admirados: «¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!»

Palabra del Señor

Cuando el miedo grita más que la fe:

Los discípulos iban con Jesús en la barca. Todo parecía en calma… hasta que no lo estuvo. El viento se desató sin aviso y las olas comenzaron a golpear con fuerza. El mar, ese viejo escenario de tantos relatos bíblicos, se convirtió en amenaza. ¿Y Jesús? Dormía. La imagen puede parecer frustrante: uno en pánico y el Maestro profundamente tranquilo. Pero en ese contraste hay algo que nos interpela: cuando la tormenta grita, ¿qué tan fuerte habla nuestra confianza?

No es que no les importara Jesús, es que no sabían qué hacer:

“¡Sálvanos, Señor, que perecemos!”, gritaron. No estaban dudando de su presencia, sino de su intervención. Y es una oración que todavía hoy resuena en muchos corazones. En la comunidad, en la pastoral, en la vida personal… hay momentos donde uno siente que va en la barca con Jesús, pero no sabe si Él está despierto. Son esos días en que todo se complica y uno piensa: “¿Será que me dejó solo?”

Jesús no se asusta de nuestra poca fe:

Lo más hermoso del pasaje es que Jesús no los abandona en su miedo. Se levanta, los mira, y les dice: “¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?” No los humilla, no los deja en ridículo. Solo los despierta por dentro. Porque más allá del viento y del agua, lo que estaba a prueba no era la barca, sino el corazón de quienes iban en ella. Y así ocurre también en nuestra vida parroquial: no es el proyecto pastoral el que se tambalea, es nuestra esperanza.

El que calma el mar también calma el alma:

Jesús se levantó y reprendió al viento y al mar. Y se hizo una gran calma. No una calma parcial, no una tregua… una calma total. En nuestras comunidades hay muchas tormentas: desacuerdos, cansancio, agendas llenas, y hasta silencios que duelen. Pero cuando Jesús está verdaderamente en medio, la paz regresa. No como magia, sino como fruto de confiar en que no estamos remando solos.

La admiración que nace del asombro:

Los discípulos se quedaron asombrados: “¿Quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen?”. Ese asombro es el principio de una fe más honda. Porque Jesús no quiere admiradores, quiere discípulos que lo descubran en medio de lo impredecible. En la misión, en los retiros, en las visitas pastorales, esa es la tarea: ayudar a otros a ver que Jesús no es un mito lejano, sino el que duerme —con nosotros— en la misma barca.

Meditación Diaria: El evangelio de hoy nos recuerda que Jesús no nos promete un viaje sin tormentas, pero sí una presencia fiel en medio del oleaje. A veces, su silencio nos inquieta, pero no significa ausencia. Él está. Él sabe. Él actúa. Nuestra tarea es no abandonar la barca cuando arrecie el viento, sino gritar con fe: “¡Sálvanos, Señor!”. Y saber que su respuesta no será desde el reproche, sino desde el amor que calma. En la vida parroquial, pastoral y comunitaria, muchas veces remamos con miedo. Hoy Jesús nos invita a confiar más en su poder que en nuestra percepción. Que en cada tormenta, sepamos buscar su mirada… y seguir adelante.