Trigo y cizaña: cuando todo crece junto

Ayudemos a Manuel Mano Galarza

Trigo y cizaña: cuando todo crece junto

2025-07-26 Discernimiento Cristiano 0

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,24-30):

En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la gente:
«El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?”
Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho.”
Los criados le preguntaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”
Pero él les respondió: “No, no sea que, al arrancar la cizaña, arranquéis también el trigo. Dejad que crezcan juntos hasta la siega; y cuando llegue la siega, diré a los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero.”»
Palabra del Señor.

El campo es nuestra vida cotidiana:

A veces uno quisiera que todo fuera claro como el agua. Que los buenos fueran buenos de verdad y los malos, pues, que se notaran desde lejos. Pero no es así. Jesús nos cuenta hoy de un campo donde crecen juntos el trigo y la cizaña, y ese campo no es otro que la vida misma. En la parroquia, en el grupo de oración, en la familia… en todas partes conviven personas con intenciones muy diversas. Y sí, también dentro de nosotros crecen ambos: el deseo de hacer el bien y la tendencia a caer en lo que no nos edifica.

¿Arrancarlo todo o esperar con paciencia?:

Nos cuesta aceptar que hay cosas que no podemos cambiar de inmediato. Hay parroquianos que preferirían borrar de un plumazo los errores del otro, como si se tratara de un pizarrón. Pero Jesús propone otra cosa: paciencia. ¿Quién de nosotros no ha juzgado demasiado pronto? ¿Quién no ha sido cizaña alguna vez y, con el tiempo, ha florecido como trigo? Si vamos por la vida arrancando todo lo que no nos gusta, corremos el riesgo de dañar lo bueno que apenas está brotando. La comunidad también necesita tiempo para madurar.

Discernir no es lo mismo que condenar:

Esto no significa que debamos vivir en la confusión o permitir que todo valga. La parábola no nos invita a la pasividad, sino al discernimiento. En los movimientos apostólicos y pastorales, cuando surgen divisiones o tensiones, conviene preguntarse: ¿Estoy actuando como quien quiere limpiar el campo a la fuerza, o estoy confiando en el tiempo de Dios? Porque el trigo y la cizaña no se distinguen fácilmente al principio. Se necesita oración, diálogo y madurez para saber cuándo hablar y cuándo callar, cuándo actuar y cuándo esperar.

El Reino también crece en el silencio:

Jesús no está promoviendo una fe de evasión, sino una fe encarnada. En cada visita a una familia, en cada reunión pastoral, en cada catequesis que parece no dar frutos, el Reino está germinando. Aunque a veces parezca que los esfuerzos se pierden entre críticas, apatías o incomprensiones, el bien está creciendo. Lo hace en silencio, como el trigo que no se impone pero termina llenando el granero. Quien ha servido en una comunidad durante años sabe que no todo se ve ni se mide. Pero Dios lo ve todo.

La última palabra la tiene Dios:

La parábola termina con la cosecha. Y esa imagen del trigo recogido en el granero no es solo escatológica, también es una promesa para hoy. Cada gesto de perdón, cada acción callada de amor, cada palabra que edifica, es trigo que se guarda. No estamos llamados a ser jueces, sino sembradores constantes. Jesús nos enseña a confiar en su tiempo, en su mirada más profunda. Él sabe quiénes somos, incluso mejor que nosotros mismos.

Meditación Diaria: El evangelio de hoy nos recuerda que la vida está hecha de mezclas, de procesos en los que el bien y el mal conviven hasta que llega el momento adecuado. Nos invita a tener paciencia con los demás y con nosotros mismos. Nos llama a no actuar con dureza ni con juicios apresurados, sino con confianza en el tiempo de Dios. En el trabajo pastoral, muchas veces lo que parece cizaña termina dando fruto, y lo que parecía inútil se transforma en bendición. Dejemos crecer, acompañemos con amor, y no perdamos la fe en que Dios siempre tiene la última palabra. El Reino está en marcha, incluso cuando no lo vemos.