Cuando Jesús Se Detiene Frente a Ti

Ayudemos a Manuel Mano Galarza

Cuando Jesús Se Detiene Frente a Ti

2025-11-18 Acompañamiento Cristiano 0

Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,1-10):

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.»
Él bajó en seguida y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.»
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»
Jesús le contestó: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»

Palabra del Señor.

El encuentro que cambia la mirada:

La escena de Zaqueo siempre sorprende. Un hombre pequeño, conocido por su oficio complicado y por decisiones que no siempre fueron las mejores, sube a un árbol para ver a Jesús. Nadie lo invita. Nadie lo acompaña. Simplemente tiene un deseo sincero de mirar un poco más allá de lo que alcanzan sus ojos. En nuestras parroquias y comunidades suele pasar igual: personas que, sin hacer ruido, llegan con deseos sencillos, buscando una luz que les ayude a ordenar la vida. Y Jesús, que conoce los pliegues del corazón, se detiene justo ahí donde nadie esperaba, en medio del gentío y sin discursos largos, para pronunciar una frase que lo cambia todo: “Hoy quiero hospedarme en tu casa”.

Cuando Jesús llama por tu nombre:

Hay momentos en que uno siente que esa llamada es también personal. No hace falta estar encaramado en un árbol; basta con que la vida nos quede un poco grande y necesitemos algo de claridad. En la pastoral diaria sucede: una visita inesperada, una conversación breve en el estacionamiento de la parroquia, un mensaje que llega a deshoras. Son pequeñas maneras en que Jesús pronuncia nuestro nombre. Y cuando lo hace, nada suena a casualidad. Él siempre mira más allá de la apariencia y de la etiqueta que otros colocan. Así trabajamos también en la comunidad: reconociendo que cada persona trae una historia que merece escucharse sin prisa.

El cambio que empieza en lo pequeño:

Zaqueo no presenta excusas ni discursos. Simplemente abre su casa. Y en ese gesto cotidiano —preparar la mesa, ofrecer agua, hacer espacio— comienza su transformación. La vida comunitaria se sostiene igual: no con grandes programas, sino con detalles que parecen modestos, pero levantan a quien viene cansado. A veces es un café después de la reunión, otras veces es un mensaje de seguimiento para alguien que no ha vuelto desde hace semanas. Cuando la fe se vive en lo concreto, los pasos se vuelven más firmes y el corazón se abre sin forzar nada.

La misión que nace de una mesa compartida:

La salvación entra en la casa de Zaqueo mientras la mesa está servida. No ocurre en un templo ni en un momento solemne, sino en la cotidianidad de un hogar. En nuestras parroquias se refleja cuando una familia vuelve a la misa después de años, cuando un joven encuentra un grupo donde se siente escuchado, cuando un movimiento apostólico se anima a acompañar a quienes están pasando alguna dificultad. Jesús prefiere esas mesas sencillas porque ahí las palabras pesan menos y la presencia vale más. Allí descubrimos que la misión no siempre es ir lejos, sino permitir que Él ilumine el lugar donde ya estamos.

La alegría de sentirnos mirados con bondad:

Zaqueo baja apresurado y con alegría. Hay algo profundamente humano en sentirnos mirados con bondad, sobre todo cuando la vida nos ha vuelto desconfiados. En las comunidades sucede cuando alguien dice: “Aquí me siento en paz”. Esa frase, tan simple, vale más que muchos planes pastorales. Jesús lo sabía: basta una mirada limpia para que alguien recuerde que todavía es posible empezar de nuevo.

Meditación Diaria: Hoy Jesús vuelve a detenerse frente a nuestras búsquedas, incluso las más tímidas. El Evangelio nos recuerda que basta un deseo auténtico para que Él haga camino hacia nuestra casa, hacia nuestras dudas y hacia esos rincones que preferimos ocultar. Zaqueo descubre que no está definido por su pasado, sino por lo que Jesús ve en él. Y a partir de esa mirada nueva, decide reparar, ordenar y compartir. Cada uno de nosotros puede vivir lo mismo en la familia, en el trabajo, en la parroquia o en cualquier espacio donde la vida nos coloque. Dejar que Jesús entre no es complicarse; es permitir que la esperanza encuentre un lugar para crecer. Que hoy podamos abrirle la puerta con la misma prontitud de Zaqueo, confiando en que su presencia siempre trae claridad, paz y un impulso generoso para servir mejor.