Cuando la fe abre los ojos del corazón

Ayudemos a Manuel Mano Galarza

Cuando la fe abre los ojos del corazón

2025-12-05 Jesús y la fe 0

Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,27-31):

EN aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando:
«Ten compasión de nosotros, hijo de David».
Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo:
«¿Creéis que puedo hacerlo?».
Contestaron:
«Sí, Señor».
Entonces les tocó los ojos, diciendo:
«Que os suceda conforme a vuestra fe».
Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente:
«¡Cuidado con que lo sepa alguien!».
Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.

Palabra del Señor.

La fe que se sostiene en el camino:

Siempre me impresiona cómo estos dos hombres no se detienen ni un momento. No ven con los ojos, pero ven con el corazón. En la vida parroquial pasa algo parecido: muchos llegan con cansancio, dudas, situaciones familiares complejas, pero aun así se acercan buscando una palabra o un gesto que los levante. Jesús pregunta a los ciegos si creen que Él puede hacerlo, y esa misma pregunta resuena hoy en los pasillos de la sacristía, en las reuniones de catequesis o en el salón donde los laicos preparan la jornada del fin de semana.

La confianza que se construye en lo pequeño:

Lo más hermoso de este Evangelio es que Jesús no hace el milagro por hacerlo. Los mira, los escucha y los toca. No hay espectáculo, solo cercanía. A veces, en la pastoral diaria, nos complicamos con demasiados planes, reuniones interminables, documentos y estrategias, olvidando que la fuerza está en lo sencillo: escuchar con calma, acompañar sin prisa, visitar a una persona que vive sola o llamar a quien hace tiempo no aparece por la parroquia. La vida comunitaria se sostiene, en gran parte, con esos gestos que no salen en ninguna foto.

La misión que empieza después del encuentro:

A estos hombres Jesús les pide silencio, pero la alegría se les desborda y no pueden quedarse callados. En la comunidad pasa igual cuando alguien ha experimentado que Jesús le ha devuelto la paz, la esperanza o la claridad que buscaba. No hace falta hacer discursos; basta con que la vida empiece a brillar un poco más. Cuando un servidor laico contagia serenidad, cuando un joven se anima a volver a un retiro, cuando una familia se reconcilia, la misión empieza a tomar forma sin grandes anuncios. El testimonio sincero siempre termina alcanzando a alguien.

La luz que se abre paso en medio de lo cotidiano:

Este Evangelio no habla de grandes montañas moviéndose, sino de ojos que vuelven a ver. Y eso lo vemos todos los días: personas que recuperan el ánimo, trabajadores parroquiales que encuentran sentido en su servicio, grupos apostólicos que renuevan sus ganas de ayudar. Jesús sigue abriendo caminos en medio de lo ordinario, incluso cuando nosotros mismos dudamos de si estamos haciendo lo correcto. La fe no es un acto perfecto, sino la decisión de confiar un poco más cada día.

Meditación Diaria: Hoy el Evangelio nos recuerda que Jesús se acerca siempre con delicadeza, preguntando primero si creemos que Él puede actuar. La fe no se impone: se ofrece. Los dos ciegos avanzan sin ver, pero con la certeza de que vale la pena acercarse a Jesús. En la vida diaria, también nosotros caminamos muchas veces a tientas, buscando claridad en decisiones familiares, laborales, parroquiales o apostólicas. Y, sin embargo, Jesús sigue preguntando lo mismo: “¿Crees que puedo hacerlo?”. Cuando respondemos que sí, aun con dudas, algo empieza a iluminarse. Que este día sea una oportunidad para confiar de nuevo, para dejarnos tocar por esa presencia que no grita, pero transforma. Y que la luz que recibimos se vuelva un servicio sencillo hacia los demás: una palabra amable, un gesto que anime, una visita que cure la soledad, una oración que sostenga. La fe crece cuando se comparte con humildad y alegría.